I
El martes 2 de
noviembre le dimos la bienvenida al presidente Juan Manuel Santos en esta Caracas
bolivariana. Fue un día marcado por el reencuentro fraterno entre Colombia y
Venezuela; el reencuentro que había comenzado el pasado 10 de agosto en la Quinta San Pedro
Alejandrino, allá en Santa Marta, con el objetivo supremo de reemprender el
camino que nos señalara el Padre Libertador: el luminoso camino de la unidad
entre dos Patrias indisolublemente hermanadas por tanta historia compartida.
Luego de arribar
el primer mandatario colombiano a Venezuela, nos dirigimos al Panteón Nacional
para rendirle tributo a nuestro Libertador, a nuestro vivo y eterno punto de
reunión que se llama Simón Bolívar. En Bolívar, en su hermoso y vigente legado
nos encontramos colombianos y venezolanos: nos sentimos y nos sabemos un mismo
pueblo.
Cumplimos con una
intensa y provechosa jornada de trabajo en la que pasamos revista, detenida y
detalladamente, a los resultados que ya han alcanzado, con su tesonera y
fecunda labor, las distintas comisiones de trabajo que se conformaron en la
reunión presidencial de Santa Marta. No creo exagerar si digo que es una nueva
dinámica de cooperación integral la que ya está en marcha en función del
bienestar de ambos pueblos.
Permítaseme esta
necesaria digresión: cuánto debemos al gran compañero Néstor Kirchner el haber
encontrado pronto el camino para superar los conflictos que amenazaban a
nuestros pueblos. ¡Hagamos honor a su memoria!
La jornada
concluyó felizmente con la firma de cuatro grandes acuerdos que paso a
enumerar: acta para el establecimiento de un Comité Binacional Económico-Productivo;
acta para el establecimiento de una Comisión Interministerial
colombo-venezolana en materia turística; acta de compromiso para la cooperación
en la lucha contra el problema mundial de las drogas; acta de compromiso para
la cooperación en la construcción de un puente en el sector Las Tienditas,
estado Táchira, que unirá a nuestros países y que debemos estar inaugurando a
principios de 2012.
Este primer
conjunto de acuerdos, quiero reiterarlo, conforma un primer piso, un primer
piso para construir un poderoso sistema de relacionamiento basado en el respeto
mutuo, en la confianza, en la buena fe, en los intereses compartidos.
Quiero destacar
que el presidente Santos y este servidor, luego de esta segunda cita,
compartimos la más firme voluntad política en un sentido muy concreto: estamos
resueltos a que nada ni nadie nos descarrile; estamos resueltos a que ninguna
ventolera, ningún evento, ningún provocador, ningún agente extraño a nosotros
mismos, vaya a descarrilarnos.
Pero tendremos
más pronto que tarde ocasión para ponernos a prueba, pues las operaciones de
descarrilamientos ya están en marcha, desde aquí, desde allá y desde más allá.
¡Presidente
Santos: Que no nos descarrilen!
Hemos comenzado a
enrumbar nuestras relaciones, hemos logrado pasar la página de otra manera,
reconociendo nuestras diferencias y respetándolas, y abriendo nuevos
horizontes. No en vano ambos presidentes tomamos la decisión de reunirnos
trimestralmente. Todo lo que ya hemos alcanzado debemos cuidarlo con el mayor celo:
no podemos dejarles flancos vulnerables a quienes pretenden que la discordia
impere entre nosotros. Que no haya fuerza exógena alguna capaz de hacerle daño
a nuestra convivencia fraterna, pacífica y productiva.
Recordaba yo, al
culminar la venturosa jornada del 2 de noviembre, unas conmovedoras palabras de
nuestro Libertador, del año 1827, porque entrañan para nosotros un poderoso
desafío y un no menos poderoso llamado al compromiso: "Pocos días me
restan ya; más de dos tercios de mi vida han pasado; que se me permita, pues,
esperar una muerte oscura en el hogar paterno. Mi espada y mi corazón siempre
serán, sin embargo, de Colombia, y mis últimos suspiros serán por su
felicidad".
Tengamos presente
que aquella Colombia a la que se refería Bolívar, abarcaba lo que hoy es
Colombia y Venezuela, amén de Ecuador y Panamá. Somos, entonces, una sola
Patria y, por eso mismo, debemos oír atentamente los últimos suspiros del
grande hombre y actuar en consecuencia, haciendo su felicidad en el presente y
en el porvenir.
II
El domingo
pasado, en el Aló Presidente, anunciamos al país la expropiación de seis
conjuntos residenciales y la ocupación temporal de ocho: miles de familias,
sobre todo de la clase media, han sido beneficiadas con esta medida que es, en
realidad y en verdad, un acto de justicia.
Hemos decidido
acabar (y nuestra decisión es inexorable) con esa modalidad de la delincuencia
organizada que es la estafa inmobiliaria: no va a haber ninguna clase de
contemplaciones con los carteles inmobiliarios, verdaderas mafias operando a
plena luz del día, que han esquilmado los ahorros de miles de venezolanos y
venezolanas de clase media.
Y que no se diga
que estamos arremetiendo contra la iniciativa individual y la propiedad
privada: lo que estamos haciendo es ponerle coto a una dinámica de extorsión y
estafa. Me pregunto: ¿el cobro ilegal del Índice de Precios al Consumidor a
parejas jóvenes y a profesionales es expresión de la iniciativa individual?;
¿el derecho a la propiedad privada, que tanto preocupa a las cloacas
mediáticas, se ejerce paralizando la construcción de edificios y robando
sistemáticamente a quienes ya habían creído materializar el sueño y la
esperanza de una vivienda propia?
Se terminó el
tiempo de los engaños y los contratos leoninos: aquí existe un Estado dispuesto
a proteger los derechos y los intereses de las víctimas de estos choros de
cuello blanco; a restituirles a nuestros compatriotas lo que les pertenece y
les ha costado tanto esfuerzo y tanto sacrificio; con su derecho a la propiedad
estamos absolutamente resteados.
Estamos actuando
con la misma energía y con la misma resolución que demostramos al eliminar los
siniestros créditos indexados y las perversas "cuotas balón" hace
cinco años: recuérdese ese instrumento liberador que es la Ley de Protección al Deudor
Hipotecario. En razón de ello quiero pedirle a la Asamblea Nacional ,
haciéndome eco de un clamor colectivo, que despliegue el máximo esfuerzo para
la pronta aprobación de la Ley
del Mercado Inmobiliario. Una ley que no admite la menor demora.
No quiero dejar
de hacerte un llamado a ti, compatriota de la clase media venezolana: nuestro
Gobierno está dando la cara en defensa de tus legítimos intereses. Siéntete
amparado por el proyecto bolivariano. Si quieres Patria -como sé que la
quieres- vente a construirla con nosotros.
III
Toda nuestra
solidaridad con el pueblo y el Gobierno de Cuba: 68 compatriotas de esta Patria
que se llama Humanidad perecieron el pasado jueves 4 de noviembre al
precipitarse a tierra, en una zona rural de la provincia de Sancti Spíritus,
una aeronave de la línea aérea cubana Aerocaribbean que cubría la ruta entre
Santiago de Cuba y La Habana.
Cuánto dolor y
cuanto pesar acumulados en nuestros corazones por la pérdida de tantas vidas
valiosas: fueron 40 compatriotas cubanos y 28 compatriotas de otras
nacionalidades; entre ellos y ellas, Venezuela llora a una amada hija: nos
referimos a la compatriota Cándida Elchaer.
Hacemos causa
común con los familiares y los seres queridos de las 68 víctimas. En especial,
nos unimos a la tristeza de los deudos de nuestra Cándida: los acompañamos,
como un solo pueblo, en un mismo e infinito amor. Tengan la certeza de que el
Gobierno Bolivariano no va a desampararlos en este difícil y doloroso trance.
Desde que
conocimos tan infausta nueva, nos pusimos a la orden del Gobierno cubano en
función de cooperar con el rescate de las víctimas. Hoy y siempre, la Cuba revolucionaria sabe que
cuenta con la Venezuela
bolivariana.
"Llanto que
llora", como decía Martí, es el sentimiento común que hoy compartimos con
el hermano pueblo cubano: llanto de Patria Grande y de Patria Humanidad.
Artículo: Hugo Chávez Frías
Fuente: MPPRE
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